Hay mujeres que carecen de paciencia, cuando surge algún problema conyugal, se apresuran a contarlo a sus padres, hermanos, hermanas e incluso a sus amigas; mientras que lo correcto sería pasar por alto tales diferencias, que a menudo no merecen la menor atención.
Este comportamiento es una falta de lealtad y una actitud reprobable, además de una prueba de ignorancia y falta de madurez, ya que puede convertirse en una causa de la destrucción del hogar conyugal.
Un hogar feliz no significa que esté libre de problemas; la clave está en saber delimitarlos y gestionarlos correctamente.
Por ello, conviene a la esposa tener mucho cuidado de no involucrar a nadie entre ella y su marido, quienquiera que sea.
Si se trata de alguien que los ama, la situación le afectará y entristecerá; y si es alguien que los envidia o les guarda rencor, se alegrará de su adversidad, quizás incluso se burle abiertamente de su desgracia o le dé un consejo equivocado e inmaduro, lo cual puede ser la causa de su separación y de la destrucción de su familia.
Por esta razón, la esposa sensata guarda para sí los asuntos de su vida privada, incluso ante sus padres,
y no los revela a nadie ajeno, excepto cuando el desacuerdo es demasiado grave y resulta difícil hallar una solución por sí sola.
En tal caso, puede buscar una solución apropiada o recurrir al arbitraje entre los esposos,
cuando ello se considere el medio más adecuado para resolver el conflicto. (1).
(1) Véase Nazarat fil- Usra p.73
Extraído del libro "Nueva partida con mi marido"
Sheikh Muhammad ibn Ibrahim al Hamad
Tomado de: http://lecouple.enislam.over-blog.com/article-parler-de-ses-problemes-conjugaux-97771095.html
Traducido al casstellano por Umm Amina